Antonio Gaudí Cornet nació en Reus (Tarragona) el 25 de junio de 1852, en el seno de una familia de caldereros. Fue en su localidad natal donde realizó sus primeros estudios junto a los Padres Escolapios, donde recibió una formación católica que marcaría profundamente su vida y su obra, tanto que ha llegado a asegurar que la curva es la línea de Dios, y la recta, la de los hombres, ganándose el apelativo de “el arquitecto de Dios”.
A los 16 años se trasladó a Barcelona, donde estudió Arquitectura mientras trabajó como delineante y proyectista junto a grandes profesionales como Josep Fontseré y Joan Martorell. En 1878 obtuvo el título de arquitecto, que le llevó durante los primeros años a realizar trabajos de carácter decorativo, como el diseño de una vitrina para una guantería de Barcelona, la Casa Comella, destinada a la Exposición Universal de París de 1878.
El industrial Eusebi Güell, empresario del sector textil, prendado de aquel trabajo, se convirtió en su mecenas. Poco más tarde comenzó a colaborar con el arquitecto Martorell en varios encargos, relación que en 1883 le permitió encargarse de la dirección de la que sería su obra monumental, la Sagrada Familia.
Desde ese año, y compaginando su trabajo en el templo barcelonés, proyectó numerosas obras que se convirtieron en muestras y símbolos de su arte. Es en 1889 cuando viaja por primera vez a la provincia de León, con motivo de la colocación de la primera piedra del Palacio Episcopal de Astorga.
Desde 1911 y hasta su muerte se dedicó en exclusiva a La Sagrada Familia, donde llegó incluso a fijar su estudio. El 7 de junio de 1926 fue atropellado por un tranvía que le causó heridas tan graves que murió tres días después en Barcelona. Fue enterrado en la cripta de La Sagrada Familia. Tras su muerte, su nombre y su obra atravesaron un período de ostracismo, hasta que las corrientes vanguardistas y el movimiento internacional le recuperaron y fue presentado como un ejemplo de modernización y renovación de la arquitectura del siglo XX.