Antoni Gaudí i Cornet (Reus, Tarragona, 1852 – Barcelona, 1926) es uno de los arquitectos más universales de todos los tiempos, objeto de críticas y elogios a partes iguales. La obra de Gaudí –ecléctica, original y sobre todo muy personal− y su figura –mayormente desconocida− ha conseguido trascender las fronteras de su tiempo y encumbrarse como un mito en la Historia de la Arquitectura. Actualmente, Gaudí es, junto con Le Corbusier –quien lo admiraba profundamente− el arquitecto del mundo con más obras declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un total de siete.
La obra de Gaudí parte de una observación exhaustiva de la Naturaleza, aprendida ya desde su infancia en el Camp de Tarragona, de la que toma formas y estructuras, y que combina incesantemente con la geometría, una religiosidad muy profunda y una imaginación desbordante. Sus obras son, por ello, la fusión orgánica entre función, estructura, decoración y símbolo, como se demuestra en algunos detalles geniales presentes en sus icónicos edificios, tales como los patios embudados de la Casa Botines, la Casa Batlló y la Casa Milá, la novedosa aplicación del arco catenario –una de sus mayores aportaciones−, presente ya desde sus primeras obras (como el Palau Güell), y la continuidad entre elementos sustentantes y sustentados (como en la Sagrada Familia, obra a la que dedicó gran parte de su vida, y que murió sin terminar). La asombrosa capacidad inventiva de Gaudí se muestra también en las grandes superficies llenas de color del trencadís del Park Güell –uno de los emblemas de la ciudad de Barcelona− o en las formas caprichosas y sugerentes de las chimeneas de la Pedrera; todas ellas imágenes icónicas que han pasado a formar parte del inconsciente y la cultura colectiva de la sociedad actual. Gaudí es el arquitecto más reconocible, el arquitecto más universal, el único capaz de crear una obra que satisface por igual a niños, jóvenes y ancianos.
GAUDÍ EN LEÓN
Hacia 1887, Gaudí recibe dos encargos que le llevan hacia tierras leonesas: la construcción de un nuevo Palacio Episcopal en Astorga (encargo de su paisano Joan Baptista Grau) y de la Casa Botines, en León. Ambas obras se demoraron en el tiempo varios años, hasta 1893, lo cual permitió a Gaudí viajar varias veces a la provincia y entablar amistad con la gran colonia de catalanes que habitaba en ella. De sus estancias en León nos queda el testimonio imborrable de sus edificios.